Descripción del blog

Combinación de escritos e imágenes, palabras y esbozos, o, al fin y al cabo, letras y trazos. Textos variados con sus respectivos dibujos de aquello que evocan. Aquí encontraréis aproximadamente cada semana una dosis de ideas y sensaciones, un intento de transmitir nuestra visión de la realidad, o de hecho, nuestra ficción.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Recuerdos y un trastero




Y es que a veces, se me olvida la memoria.
Subo a buscarla al trastero que tengo arriba
donde dejo aquello que sucedió en otro presente.
Dejo el corazón en casa
que ya sé qué le pasa
si lo saco de paseo,
se altera y lo desordena todo.

El trastero está lleno de perfumes,
de frascos con etiquetas y nombres,
de esas mujeres que tenían su forma de juzgarme.
Lo dejaron todo manchado de ese olor tan suyo
y yo los guardé aquí, por orden alfabético.

En un rincón puse la cafetería donde íbamos a tomar té,
Y a lo lejos la calle esa pequeña, estrecha, 
perfecta para ir de la mano.

Encima un diván guardo besos,
más de tres.
En un baúl tengo todo aquello,
de cuando era niño.
Mil piezas de Lego
y aquella niña de trenzas morenas,
del verano en el pueblo.

En un ataúd,
los recuerdos tristes
y algún cadáver, 
que es mejor no despertar.

Y en la cama estás tú.
Te pregunto qué haces aquí,
si te dejé abajo.
Y dices que ya te has ido 
Que me has dejado solo,
y ahora estás en un frasco,
en un olor o en un perfume.

Búscame, dices.
Y me doy la vuelta
y me doy cuenta.
Corazón ha subido sin permiso.
Muy mal, corazón, muy mal.
Castigado.


Te has quedado sin sexo y sin besos.

viernes, 31 de octubre de 2014

Pasar haciendo segundos



Por pasar pasaba hasta el tiempo. 
Y los días. 
Y las horas. 
Y los minutos.

Pero no los segundos.
Cada segundo seguía ahí,
pegado a la piel.
Nos hicimos un abrigo con ellos 
y así el tiempo pasaba, 
pero pasaba tan lejos 
que no nos dábamos cuenta.


sábado, 11 de octubre de 2014

Morir




Morir,
morir como mueren las palabras,
ahogadas entre papeles.

Morir,
morir como mueren los días,
acunados por la Luna.

Morir,
morir como muere el fuego,
cuando lo quema todo.

Morir,
morir como si el futuro
fuera cosa del pasado.

Pero sobre todo morir,
morir mil y una veces más.
Morir más y mejor cada vez,
con más ganas.


Solo el iluso y el poeta quieren vivir,
mi ilusión era ser poeta,
y ahora ha muerto con este poema,
así que no queda más que morir.
Hasta que vivir no tenga sentido,
hasta que morir sea el único camino.

¡Pero morir, morir solo para renacer!
Renacer como renacen las palabras,
cuando alguien vuelva a pasar las páginas.


Renacer como renace el día
cuando se va la Luna.


Renacer como renace el fuego,
de sus cenizas aún calientes.


Renacer como renace el futuro,
cuando solo queda el presente.

Morir solo para renacer,
para que morir tenga sentido,
para que vivir sea el resto del camino.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Vuelos




La rutina nos adormece las percepciones y la capacidad de sorprendernos por las vivencias que hoy se han convertido en el pan de cada día. Así lo siento ahora mismo en el avión en el que voy. Aunque haya volado muchas veces, por primera vez me he dado cuenta de que estaba volando. De que para mirar las nubes tengo que agachar la cabeza, y no levantarla. Todas esas pequeñas islas que surcan los cielos, descargando tormentas, rociando baldías tierras después de tres meses de sequía, estos entes inmortales y etéreos a la vez, estos seres superiores, quedan hoy a mis pies. Hoy mando yo. No parece que el resto de pasajeros se den cuenta, tal vez algún niño. 
Todo queda muy lejos, todo está muy, muy abajo. Cuando voy al baño, meo a dos mil metros de altura. Repito, estoy meando a ocho mil metros. Ocho mil putos metros. Si la orina se dejará caer a través de un agujero, según mis cálculos, llegaría al suelo a unos 400 metros por segundo, que són 1400 kilómetros por hora. Contando la fricción del aire y otros factores diremos que llega a 1000 kilómetros hora. Eso es orina golpeando el suelo a más velocidad que un fórmula uno. Que el tren bala de Japón. Mi meado es el vehículo más veloz del planeta.
Al asomarme lo veo todo tan lejos que parece completamente inmóvil. Es como si al alejarme, todo restara quieto hasta que yo vuelva para darle al interruptor . Soy yo, al ir por los sitios, que creo el movimiento. Todo aquello que está suficientemente lejos, no es. No fluye. Es un cuadro o una postal. El río se convierte en un trazo de pincel que no va a desembocar en el mar, no erosionará las piedras por las que pasa, los peces no nadarán, quedarán ingrávidos, como las nubes. Yo dictaré cuando podrán volver a ser peces, a ser río. Seré el dictador del mundo. El emperador del movimiento. El fuhrer del suceder y el pasajero del 16C que se ha quedado dormido al soñar despierto. Despierto una hora después y un golpe de estado me ha bajado de las nubes y enderrocado mi imperio. Estamos ya en tierra y toca coger las maletas y bajar uno por uno por las escalerillas. Somos doscientos pero sé que solo uno ha volado.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Quid es?


¿Quién soy? 
No puedes preguntarme eso. 
¿Te pido yo quién eres? 
¿Cómo iba a hacerlo? 
¿Para qué querría saberlo? 
Me da miedo saber quién eres, 
Que sepas quien soy. 
Pídeme quién fui. 
Puedo contarte quien fui,  
porque ya no es. 
Fui cobarde. 
Fui niño. 
Fui valiente,  
para no parecer cobarde. 
Fui varias veces. 
Unas me parecía a mí,  
otras no tanto. 
A veces ni siquiera fui. 
Erré sin querer y pequé sabiendo. 
Y no me arrepiento. 
Fui esclavo y dueño. 
¿No es eso lo que quieres saber? 
¿No es suficiente? 
No puedo decirte quien soy, 
Pues dejaría de serlo. 
Sabes que no soy él ni tú. 
Conformarte con eso.

jueves, 7 de agosto de 2014

Retratos

Esperamos que estéis disfrutando del verano. Como sabéis, en Letrazos nos gusta probar cosas nuevas, así que os traemos una nueva propuesta de post ¿Qué alegría verdad? 
Al leer,  muchas veces ponemos rostro a personajes que no nos describen físicamente. Con estos post queremos jugar con ello. A partir de un relato sobre algún personaje, Joana ha hecho un dibujo sobre él. Queremos que vosotros mismos os lo imaginéis y después echéis un vistazo al dibujo para ver si se parece al que vuestra imaginación ha creado, o por el contrario no se parece en nada. Si nos dejáis un comentario sobre ello estaremos muy contentos.


Hay veces en que un hombre con las arrugas dispuestas en un orden concreto, un gesto involuntario o el uso de una palabra ya olvidada por los jóvenes, me recuerdan a mi tío abuelo Marco. Marco era uno de esos hombres que podía decir orgulloso que se había hecho a sí mismo. Que había recorrido los senderos de su vida sin vacilar y si alguna vez los encontraba tapiados, siempre conseguía dar con un atajo o un resquicio por el que seguir. Era el abuelo que se sentaba en los bancos de los parques ansioso de que alguna víctima despistada, un oyente potencial de sus aventuras, se sentara a su lado. Claro, que visto así y con estos elogios deben imaginar que era un hombre modélico, un ejemplo a seguir. No quisiera yo que cayesen en el error de admirarlo por la devoción que le tuve de joven y que puede empañar este texto de una subjetiva sensiblería hacia el sujeto. A mí me gustaba porque era divertido y siempre fui su favorito, pero aún así era un capullo. Sé que cuesta ahora, añadir a la imagen de hombre mayor curtido y afable que se habían forjado, estos atributos. Pero no debemos dejarnos llevar por el respeto que las personas de edad avanzada nos pueden causar, ya que es engañoso y como me ha enseñado la experiencia, los abuelos también pueden ser idiotas, imbéciles o gilipollas. Hay características que ni los años olvidan, ni las arrugas disimulan, y Marco era un abuelete muy cabrón.

Le recuerdo sobre todo por la historia sobre uno de sus hermanos, que solía contarme como lección de vida. Sentado en su sillón orejero de su piso en el centro, de una decoración atascada en el tiempo que no había cambiado en años, riendo entre dientes, empezaba su coloquio. Lo hacía como el que sabe que le escuchan, no por sabio, sino por viejo. Contaba que cuando él tenía catorce años y uno de sus hermanos, veinte, acaeció que el susodicho llegó a casa sudoroso y turbado. Marco, sabía que estaba saliendo con una chica de catorce años. Añadía, también, que su hermano no era lo que podría calificarse de lumbrera. Era más bien tonto, corto, idiota o como se prefiera definirlo sin ofender a su memoria. El caso es que el chaval era de pocas luces y llegó a casa cerrando la puerta tras de sí mientras desde la calle, con el balcón abierto, se oían los gritos de su padre. Por lo que pudo interpretar de ellos, el padre se había enterado de la relación con la chica, y no solo eso, sino que al parecer sabía también que la había dejado embarazada. Y llegó el fatídico momento en que el adúltero salió al balcón para afrontar el bochorno al que le estaba exponiendo el padre, cuando de pronto éste le gritó que bajara inmediatamente. Dicho y hecho, en menos de tres segundos estaba abajo. Había dejado el balcón en caída libre. Desde un quinto. La gente especuló si fue porque el chaval no supo reaccionar y vio el suicidio como única vía de escape ante su desesperada situación, o que simplemente era idiota. En todo caso hizo lo que su padre le pidió. Marco, que añadía mil detalles más a la narración, llena de improperios e insultos hacia su fallecido hermano, terminaba la historia con una moraleja. Al final, decía, en la vida no se trata de ser más o menos listo; sino de no ser el imbécil que salta desde un quinto piso.

El destino tiene una macabro sentido del humor con el que gastar bromas a la vida, y en una de éstas Marco murió al caer desde una ventana de su piso en el centro al intentar matar un mosquito. Era un sexto.  


lunes, 28 de julio de 2014

La muerte y otros personajes de ficción

Creo que es de justicia que llegados a este punto les cuente cómo conocí a la Muerte. Hace ya cinco años de aquello, pero esas experiencias quedan grabadas en la memoria como tatuajes. Poco podía imaginarme que cuando esa mañana de noviembre llamaron a la puerta, sería la Muerte quien apretaba el timbre. Me llevé un susto de muerte.
Mirar cara a cara a la Muerte es una experiencia estremecedora. Aunque no la hayas visto nunca, de inmediato sabes que es ella. La guadaña y la cara esquelética ayudan, claro. Pero hay algo más en esos ojos azules como el hielo, si el hielo fuera azul, que transmiten a través de un escalofrío esa sensación de que ha llegado tu hora. 
Hay muchas formas de reaccionar a la Muerte. Con el tiempo vas aprendiendo que la más sensata es la resignación. Empezar a gritar e intentar huir solo empeora las cosas, porque le complicas la faena y ya tiene suficiente con tener un trabajo de mierda como para ir persiguiendo a idiotas que no aceptan su destino.
Como es evidente, yo me puse a correr y gritar como alma que lleva el diablo y en menos de diez segundos ya estaba en el suelo. Así que la lección es, si os encontráis con la Muerte no huyáis, no sirve de nada, lleva muchos años en el negocio y corre más que vosotros. 
Resulta que por protocolo antes de morir, debe preguntarte por tu nombre. Así que una vez me hube calmado un poco e invitarla a un té o café dijo que no tenía tiempo y preguntó:
- ¿Eres tú Juan Viláez Carmona nacido en Calafell?
- No.
- Vamos tío no seas coñazo. Tengo mucho trabajo por delante y no puedo perder el tiempo.
- Que no, enserio. Yo nací en Barcelona. Debes tenerlo mal apuntado.
- Mierda ¿Seguro que no me mientes eh?
Acto seguido le di mi DNI donde dice claramente que nací en Barcelona. Se quedó extrañada y sacó un teléfono de algún bolsillo escondido.
- Oye Pedro, que pone que Juan Viláez Carmona es de Calafell y el de aquí es de Barcelona ¿Puedes comprobármelo? ¿Hay dos dices? ¿Joder pero no vivía aquí el de hoy a las diez y cinco? Vale, vale. No voy a llegar al siguiente. No hombre que tienes mucho trabajo. De verdad, tranquilo, ahora me las apaño. Perfecto, buena idea. Venga. Hasta luego.
Mientras hablaba por teléfono pasaban miles de imágenes por mi cabeza. Por ejemplo pensé en mi madre, cómo se iba a enfadar si se enteraba que me moría así sin más, sin avisar. O en aquel monólogo de Woody Allen, en el que decía que cerca de morir le pasó toda la vida por delante, aunque al final resultó que era la vida de otro. Puto Woody. 
- Mira la cosa va así. Resulta que hay otro Juan Viláez Carmona y por algún extraño motivo se han confundido al darme la dirección. Así que estás de suerte. Era el otro el que debía morir. El problema es que voy fatal de tiempo. Tengo una muerte en Valencia dentro de media hora y voy tarde. Tendrás que hacerme un favor. Te doy la dirección del otro Juan y lo matas por mí. Sé que es un marrón pero imagina por lo que paso yo cada día. Piensa que el tío ya está muerto, tú solo tienes que tramitarlo ¿De acuerdo?
- Bueno, bien. Qué remedio.
- Perfecto. Mira te dejo una parca y una guadaña que tengo aquí de repuesto. Sé que es un engorro pero el jefe se pone muy pesado con lo del uniforme.
Sé lo que están pensando. Que podía decir que no, que aquello no iba conmigo y que el problema era suyo. Pero piénsenlo un segundo. Decirle que no a la muerte es de héroes en novelas clásicas. Yo era un chaval que acababa de cumplir los veintitrés. Vamos, que no tenía cojones a decirle que no, ni creo que los tuvieran ustedes si la vieran ahí sentada en su sofá, con guadaña y todo.
Me dio la dirección que estaba a unas cinco paradas en metro y me dirigí hacia allí. No tenía ni idea de como hacerlo. Pensé en matarlo directamente sin decir nada, coger algún cuchillo o cuerda y al lío, pero era muy brusco, no era propio de gente civilizada. Igual hablando con él y explicándole la situación lo entendía y… No, no creo. Decidí ir improvisando.
Llegué al piso y subí hasta el cuarto primera. Llamé al timbre. Esperé. Parecía que no había nadie en casa, pero al intentar abrir la puerta vi que ésta cedía. Entré dentro y me dio aprensión encender la luz, así que forcé la vista hasta encontrar un lugar donde sentarme. No tenía pensado ponerme el uniforme pero pasaban los minutos y me aburría esperando. Finalmente me decidí, aunque fuera para matar el tiempo. Cuando me ajustaba la capucha oí la puerta abrirse. Me incorporé por acto reflejo y vi como el otro Juan encendía la luz a tiempo para verme a mí, vestido de parca, en medio de su comedor. No se lo creerán pero murió del susto. Un ataque al corazón, un infarto. En un minuto caía fulminado al suelo. Sé que no está bien decirlo y menos en circunstancias como éstas, pero me alegré. Me había quitado un muerto de encima. 
Cuando bajé a la calle me sentí un poco desorientado. No sabía qué debía hacer ahora. Seguir con mi vida normal me parecía egoísta después de lo sucedido. Iba a necesitar mucha terapia para superar aquello, justo ahora que había superado lo de los tics. Noté como la gente empezaba a mirarme por la calle, con cejos fruncidos y niños que se agarraban más a sus padres al pasar por mi lado. Entonces me di cuenta, aún llevaba el uniforme. Me lo quité y lo guardé en la mochila como recuerdo.
Unas horas después, cuando llegué a casa, apenas cinco minutos después de entrar, estaba a punto de ir a la ducha cuando llamaron al timbre. Y por segunda vez en el mismo día apareció la Muerte en el rellano de mi casa.
- ¿Eres tú Juan Vilaez Carmona nacido en Barcelona?
- ¿Qué? ¡No me jodas! ¿Yo también muero hoy? ¡He hecho lo que me has pedido!
Soltó una tétrica carcajada y dijo:
- ¡Es broma hombre! Tengo libre y estaba por aquí, así que he decidido pasarme para agradecerte lo de antes ¿Te apetece ir a tomar unas birras?
Y así es como no solo conocí a la Muerte sino que nos hicimos amigos. A pesar de que va muy liada al menos una vez al mes, cuando tiene un hueco, quedamos para tomar algo y ponernos al día. Sí, se lo he preguntado más de una vez pero no ha querido decírmelo. Dice que en la vida hay dos cosas que es mejor no saber. El día en que morirás y de qué están hechos los kebab.

domingo, 15 de junio de 2014

Sinestesia



Escúchame cuando te miro. Mírame cuando te huelo.  Huéleme cuando te grito ¿Han dejado de ver tus orejas? ¿Ya no escucha tu boca? Se han cansado de hablar tus ojos,  como tus caricias, ahora son mudos,  como tus labios,  ahora son sordos. Qué bien mordías con tus ojos,  qué bien tocabas con tus dientes. Y tus manos,  qué bien comían. Y ahora callas.  Todo tú es silencio.

miércoles, 21 de mayo de 2014

La voz de la experiencia



¿Los años? Los años me han dado buenos momentos, malas experiencias y días de mierda. Me han hecho mejor mentiroso y peor persona ¿Quieres un consejo? Nunca hagas caso a alguien que ha vivido muchos años más que tú. Te mentirá porque te tiene envidia. Y tu le creerás porque tiene experiencia. Te dirá cosas como asentar cabeza y mirar dos veces antes de cruzar. A él le dijeron lo mismo, hizo caso y claro, ahora se muere de asco ¿Quieres un consejo de verdad? Cruza sin mirar. Serán ellos los que frenen asustados.

miércoles, 14 de mayo de 2014

¿Cómo lo haces?




"Muéstrame la cara oculta de Luna y dime que no eres ciega cuando miras al Sol sin cerrar los ojos y estornudas y siguen abiertos ¿Cómo lo haces? Seguro que puedes lamerte el codo. Quién iba a decirte que serías más libre ahora que no estás viva, supongo que a los muertos no os exigen todas estas tonterías de la anatomía."

domingo, 4 de mayo de 2014

Aquí no pasa nada




Y pasan las horas, pasa el tiempo, pasan las cosas. ¿Oiga ha visto la vida pasar? Y responderá hace tiempo que aquí no pasa nada, Pero es mentira y la vida se larga Y yo me aburro de pensar en qué pensar El hastío de los días se me clava como agujas, Y se me encharcan los pulmones de angustia Porque pasa un día y otro día y otro día y otro día y otro día y otro día y un día más y pasa una semana, dos semanas, tres semanas, cuatro semanas y es un mes, y mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes, mes tras mes ya ha pasado un año. Y año año año año año año año año año año año año año año daño año año año año año año ha pasado mi vida y yo sin vivir.

miércoles, 23 de abril de 2014

Sant Jordi





"Quan l'espasa s'enfosava al pit, atravessant el cor, se n'adonà. El drac era ella."

Feliç diada de Sant Jordi!



martes, 15 de abril de 2014

Llamada perdida




El otro día llamé a Dios,
a cobro revertido por favor
susurré a media voz.
Y dime señor,
cuándo seré lo bastante mayor
para morir y que a nadie le sepa mal decir adiós.
Dime padre qué debo hacer para que digan se va el mejor,
y no sea verdad.
Que todos piensen perdedor
y a mi funeral solo vayan a preguntar qué dejó.
No me mientas, 
di si no es cierto
que me hiciste para deshacer.
Perdona, hablo sólo de mí,
sé que tú también lo pasas mal.
Di, tienes tú un Dios al que llamar,
cuando no puedes dormir 
y das vueltas a la cama,
para acabar con la cara 
pegada a la pared.
A sentir el frío,
a saber que sigues vivo.
Confiesa que tienes miedo a la muerte.
A mí no me engañas 
con todo ese cuento inmortal.
Sé que tú también te sientes solo
y vas al espejo a ser dos.
Se me hace tarde
y no te engañaré,
no creo mucho en ti,
así que dime la verdad,
¿Eres tú mi Dios, 
o he vuelto a marcar mal?
Pero como siempre tres tonos 
y saltó el contestador. 

domingo, 30 de marzo de 2014

Póstumo

Estaban todos reunidos alrededor de la tumba, donde en breves sería enterrado el ataúd. Nadie lloraba pero los rostros eran de pesadumbre, caras largas, adecuadas dadas las circunstancias. Sin duda se trataba de un funeral. Había unas veinte personas reunidas en círculo rodeando la sepultura y una de ellas, algo más cerca, daba lo que parecía el discurso antes de echar mano a las palas, exaltando al muerto.

-Fue un hombre trabajador, amigo de sus amigos, un gran...-iba diciendo en su habitual coloquio el sacerdote que oficiaba el funeral.

-¡Un momento! ¿Amigo de sus amigos? ¿Pero qué mierda es eso?

-Perdone esto es un rito fúnebre, podría...

-Ya sé que es un funeral, muchas gracias. Lo que no entiendo es como tiene los cojones de decir amigo de sus amigos. Hasta el mayor hijo de puta es amigo de sus amigos. Si tienes amigos, por pocos que sean, serán tus amigos ¿no? Ya sé que están aquí para honrar al muerto y decir cosas bonitas de él pero por favor, puestos a inventar mentiras sean más originales. Además vista la cantidad de gente aquí tampoco tenía muchos amigos ¿verdad?

-¿Se puede saber quién es usted?

-Yo soy el que lo mató.


-¿Qué ha dicho?


-Que lo mató él.


-Está loco


-Escuche este hombre murió de causas naturales, nadie lo mató.

-Eso es lo que dijeron en la autopsia ¿no? De lo contrario no habría hecho bien mi trabajo.


-Voy a llamar a la policía. Que se lleven a este payaso.


-Eso, llame y diga que en el funeral de su amigo está el que lo asesinó. Seguro que se lo toman muy enserio.


-¿Se puede saber qué ha venido a hacer aquí?


-A comprobar que todo ha salido bien.


-Este tío está chalado. Haga el favor de largarse se lo digo por última vez.


-Venga ya, yo al menos soy sincero. Estáis todos aquí, fingiendo, dando muestras de tristeza por la muerte de un hombre al que ni llegasteis a conocer. Vuestras razones tendréis supongo, sea por apariencias o por el dinero de la herencia. Pero ahora que estamos solos, que él ya no está, ¿Por qué no le dicen lo que no se atrevieron en su día? No me creo que no les quedara nada por decirle. Escúpanle a la tumba.


-Ya está bien, voy a llamar.-repitió el cura.


-Espérese. Este loco tiene razón. Fue un hijo de puta y todos lo sabéis. A muchos de los que estamos aquí nos amargó la vida por mucho que lo quisiéramos, y se fue si pedir perdón ni permiso.


Un leve murmullo de aprobación se escampó entre los pocos presentes mientras el cura se escandalizaba por lo que veía. La mujer que había dicho estas últimas palabras se acercó al ataúd, escupió y se fue dirección al aparcamiento. Uno a uno el resto de asistentes repitió el ceremonial, hasta que quedó solo el cura, incapaz de pronunciar palabra, junto al hombre que había empezado aquella locura.


- ¿Se puede saber quién es usted y a qué ha venido?- dijo al fin el sacerdote.


- Tan sólo quería comprobar una cosa.


- ¿Qué?


- Que me enterraban como merecía.

domingo, 16 de marzo de 2014

(d)escribir




Me gustaría (d)escribirte. Tu pelo oscuro y liso, tu nariz aguileña y discreta. Tus ojos como pozos de agua turbia y profunda. Tus orejas (¿Por qué ya nadie habla de las orejas?) curvas, suaves, con el lóbulo pegado y pidiendo a gritos (¿Cómo coño grita una oreja?) que las coman. Y los labios, papel de fumar, liados con mimo (fumar perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor). Y entonces viene piel y más piel con pliegues y olas, eres (a)mar y yo me ahogo.

domingo, 9 de marzo de 2014

Ver y sentir




Seguimos con las dobles interpretaciones de los dibujos. La primera fue en la que se inspiró el dibujo, y la segunda se inspiró en él.
¿Cuál de ellas os remite más a la imagen?


"Llevo ya tanto tiempo aquí. Sé que es por tu culpa, hablaste con ellos y desde entonces estas cuatro paredes. Supongo que por eso vienes a visitarme, porque te sientes culpable. Vienes siempre los lunes, dicen que la rutina me va bien, aunque no me importaría que vinieras también los martes, o los miércoles. Me gustaría que vinieras cuando quisieras y no sólo los lunes. Nunca me hablas de esto, ni de dónde estoy. No hablas más que del pasado y de lo que fuimos. De todo lo que hicimos. Te repites con la historia del río que tanto te gusta contar. A mí no me importa, los días aquí son aburridos y es una buena historia. Ojalá pudiéramos volver allí, aunque los médicos no parece que quieran dejarme ir. Yo sé que no estoy bien, tampoco te culpo a ti, pero empiezo a cansarme de este lugar. Aunque sé que fuera todo debe ser ya diferente. He hablado con los médicos de ti, de lo bien que me van tus visitas y si sería posible que vinieras más a menudo. Ellos ponen cara de pena y dicen que eso no está en sus manos. Me preguntan de qué hablamos y si recuerdo la última vez que te vi antes de todo esto. Entonces hago un esfuerzo e intento recordar. Recuerdo gritos. Recuerdo que estaba enfadado. Tú te caías al suelo y no te movías, como si te hicieras la muerta. Yo intentaba levantarte... yo estaba manchado y tú tenías un rasguño... Yo un cuchillo... ¿La última vez que la vi doctor? Creo que ayer, lunes."


"Eran ojos profundos, ojos laguna. Ojos donde perderse sin ganas de volver. Se asomaba a su abismo y con el vértigo se dejaba caer. Se sumergía en su iris ponzoñoso, arenas movedizas, y dentro no encontraba más que lodo. Se le entorpecía avanzar, una maraña de pensamientos le impedía seguir. Sentía la pesadez dentro de la cabeza. Sentía el miedo que escondía detrás de las pupilas. Sentía los deseos que se escurrían entre lágrimas de tanto esperar.

Eran ojos libro. Ojos donde estaba escrito, en cada surco y en cada hebra de color oscuro, todo lo que habían visto. Así contaban su historia, a través del reflejo del pasado, que en lugar de pasar se había impregnado en aquellos ojos como si fueran una película fotosensible, y ahora cargaban todo aquello en cada parpadeo. Contaban una historia triste, un cuento sin moraleja.
Eran ojos que hablaban, ojos boca; ojos que escuchaban, ojos oreja; ojos que olían, ojos nariz. Eran ojos mano, pies, cabeza. Ojos corazón, que ven y sienten.

Todo eso eran y veía cada vez que se asomaba a un espejo y se miraba a esos ojos que eran suyos y le contaban tanto, y que por eso temía tanto. A los ojos y al espejo."


domingo, 2 de marzo de 2014

Dónde viven los sueños





¿Alguien sabe dónde viven los sueños?
¿Dónde se esconden los más oscuros deseos?
¿Dónde puedo encontrar mi esperanza?
¿Dónde me dejé la última promesa?

Están más allá del camino
donde se cruzan las miradas de viejos desconocidos.
Allí donde cayeron los besos que nunca se dieron 
las parejas de los cuentos.

Y aunque busque en los recodos escondidos de la vida
Por mucho que mire en cada calle, cada esquina,
nunca encontraré el barrio de la Alegría,
sé que moriré en esta calle Melancolía.  

¿Alguien sabe dónde duermen las sonrisas?
¿Dónde caen las miradas perdidas?
¿Dónde perdí las cenizas de tu recuerdo?
¿Dónde te dí el último beso?

Están en el viejo andén
donde quedan los que perdieron el último tren.
Allí donde murieron las perdices
de los finales felices.

Y aunque busque en los recodos escondidos de la vida.
Por mucho que mire en cada calle, cada esquina,
nunca encontraré el barrio de la Alegría,
sé que moriré en esta calle Melancolía.  

domingo, 23 de febrero de 2014

El tiempo



Una imagen puede llevar a muchas interpretaciones diferentes. Ahí van dos. Y a vosotros, ¿qué os sugiere?


"-No sé cómo explicarlo.
-Inténtalo.
-De acuerdo, pero no me vas a entender. Verás, morir es como el fruto de un árbol. Tu vida nace de una de sus ramas y tiene forma de reloj, tu vida no es más que el fruto del tiempo. 
El reloj no cuenta horas ni minutos, es una cuenta atrás. 
Nadie sabe bien cómo funciona, simplemente sus manecillas van dando vueltas, sin ser constantes ni acompasadas. Hay quien dice que van más rápido según cómo aprovechas el tiempo, pero en cualquier momento puede atropellarte un camión y las manecillas llegarán al final sin dar ningún salto. Ellas sólo retroceden hasta dar una vuelta entera. Cuando la dan y llega el momento, el reloj se para, y como el fruto que ya ha madurado, cae. 
La muerte no es más que el campesino que recoge los frutos del tiempo, por eso lleva guadaña, aunque no entiendo todo eso del atuendo de negro y cara esquelética. Supongo que no son más que licencias literarias.
- Todo eso te lo acabas de inventar.
- Para nada.
- ¿Y cómo lo sabes?
- Porque yo estoy muerto.
 - No lo entiendo, si estás muerto porqué puedo hablar contigo.

- Cariño, ¿no lo ves? No voy de negro ni tengo cara de esqueleto pero, ¿para qué crees que es la guadaña?"

Pere


"El reloj marca las tres.
Otra vez.
El suelo le entorpece y avanza lentamente.  Aterrado por aprovecharlo lo siente pasar. Qué extraña sensación, el tiempo. Se pierde en la negrura del reloj, viejo y joven a la vez.
Se resigna ante la evidencia de su corta existencia.

Y el reloj marca las tres.
Todo es pesado y lento. Aburrimiento.
Y el tiempo que erosiona, que se estanca y se repite. El reloj que él aguanta, siempre esa misma cadencia. Su paciencia infinita. Horas y minutos, qué más da.
Toda importancia es relativa, todo cambio dentro de la monotonía.

Y uno al lado del otro no se ven. 
Su atención colgando de un reloj que no funciona porque el tiempo no se puede contar. "

Joana

sábado, 8 de febrero de 2014

Mi reflejo




-Buenas tardes. -¡Buenos días!- dijo extrañado mirando a la calle el dependiente.- Si que ha llegado pronto la tarde, son aún las once. -Claro, claro. Escuche. Vengo a poner una reclamación. -¿Una reclamación? ¿Hay algún problema? -¿Si hay algún problema? Bien, sí, lo hay. Verá, vine hace dos días a comprar un espejo. Y no estoy nada contento con él. -¿Le sucede algo al espejo? -Sí. Cuando me lo enseñaron aquí me pareció perfecto pero en casa no me gusta como va. Creo que el que me dieron no es el mismo que probé aquí. -Los espejos que vendemos no son los que están en exposición, pero le puedo asegurar que son los mismos modelos. Exactamente, cual es el problema, ¿tiene una tara o alguna imperfección? -No, no, está en perfecto estado, y parece exactamente el que probé en la tienda pero no funciona igual. -Me va a disculpar pero no le entiendo cuando dice que no funciona igual, ¿a qué se refiere? -Como que a qué me refiero. Pues eso. Cuando vine a la tienda, en el espejo salía perfectamente, pero en casa el reflejo es horrible, nada que ver. Estoy seguro que ustedes me engañaron para que comprara el espejo. La chica que estaba aquí el otro día me dijo que salía muy guapo. Pero en casa nada. Horrible. No me gusta cómo me refleja. -Lo siento pero no estoy seguro de entenderle bien. ¿Dice usted que en casa no se ve bien en el espejo? ¿Se refiere a que el reflejo se ve borroso? Igual es un problema con la luz de la habitación, si quiere podemos enviar a un técnico a mi… -¿La luz? Pero qué dice usted. No me ha entendido. El espejo funciona, pero mal. En el reflejo salgo mucho más feo que con el del otro día. Quiero que me lo cambien por el que probé. -A ver, la garantía cubre el espejo en caso de imperfección, pero no creo que ese sea el problema. Creo que igual malinterpretó a mi compañera el otro día, pero puedo asegurarle que nuestros espejos devuelven el reflejo sin ninguna clase de cambio, no es posible que se vea diferente en uno u otro. -Pero qué mentira es esta. Escuche el otro día salía hecho un pincel en el espejo que me enseñaron y me aseguraron que en casa se vería igual. Cómo se atreve a decirme que no hay diferencia entre uno u otro. ¡Mire! Es aquel de ahí ¿No lo ve? Mire que planta, ¿no se me ve apuesto? En el de casa no salgo igual. -¿Cómo dice?- dijo el encargado secándose el sudor de la frente con un pañuelo, mientras veía como el cliente observaba el reflejo en uno de los espejos que otro cliente estaba probando.- Verá, ese de ahí no es usted, no sé si me está tomando el pelo pero no entiendo lo que… -¡Qué ultraje! ¿Tomándole el pelo? ¿Que no soy yo el de ahí? Esto es el colmo. Me siento estafado. Vergüenza debería darles. Quiero que me devuelva mi dinero. -Perdone pero me deja usted totalmente desconcertado. Por supuesto que puede devolverlo hasta quince días después de la compra pero no veo la necesi... -¿Qué quiere decir con devolverlo? ¿Tengo que traerlo hasta aquí? ¿Después del trato recibido? No entiendo cómo pueden llamar ustedes a esto negocio. Tendrá noticias mías, ya lo creo. Hablaré con sus superiores. Volveré con mi espejo sí, ya lo verán. Pero no para devolverlo, no. Se lo enseñaré a todos sus clientes para que vean cómo quieren engañarlos.-gritó alejándose.
Y mientras el hombre se alejaba, el dependiente se asomó a mirarse en el espejo que el cliente había señalado y frunció el entrecejo. La verdad es que salía bastante bien.


viernes, 31 de enero de 2014

Nunca te lo dije





"Nunca te lo dije pero los contaba. Cada vez que uno llegaba lo guardaba con disimulo en el bolsillo de la chaqueta antes de que cayera al suelo y después cada noche, justo antes de ir a dormir,  los sacaba y hacía recuento, marcando como los presos, sus días primero, y las semanas y meses después, con una ralla en la pared para cada uno. Desordenados y sin fecha, al llegar a cinco, tacha y vuelta a empezar. Y así de cinco en cinco el cabezal y la pared iban llenándose de tan particular estampado.

Nunca te lo dije pero nunca bastaban. No es que fueran pocos, pero era una pared muy grande. Así que si te despistabas o si sin querer te acercabas demasiado no desperdiciaba ni una oportunidad. Recuerdo los lunes porque decías que tocaban como máximo diez. Así que si llegaba la hora de ir a dormir y en la pared conseguía marcar al menos dos grupos de cinco, entonces había sido un lunes estupendo. Había días que más que negarlos los pedías, días en que en lugar de esconderlos los regalabas, y aunque eso estaba bien, a mí me gustaba más jugar y ganármelos.

Nunca te lo dije pero sabía que se iban a acabar. Por eso los contaba, por eso quería más. Al principio pensé que serían pocos, que no llenarían más que un recodo de la habitación. Con el tiempo fueron más y más, pero aún así cogía cada uno sabiendo que podía ser el último y lo guardaba para marcarlo después. Puede que algún día me descontara, que añadiera alguno de más o de menos. Puede que sin querer, perdiera alguno por el camino y mentiría si dijera que me acuerdo de todos. Por eso me alegro de haberlos contado, porque al menos sé que estuvieron ahí y que aunque el tiempo pueda borrarlos de la memoria, no conseguirá arrancarlos de la pared.

Nunca te lo dije pero me gustaban."

miércoles, 15 de enero de 2014

Maesta Virum




     La verdad es que era un hombre triste, de los que no levantan cabeza porque el Sol les ciega. Su vida no era digna de contarse, ni mucho menos merecía una novela. Por eso supongo que tan sólo se contará este relato sobre él. Se levantaba por las mañanas porque más triste era soñar. Era como contarle dormido lo que nunca tendría al despertar. Presagios de otras vidas que echó a perder, sin llegar a jugarlas. Como cada día intentó engañar al destino sonriéndose al espejo, pero su reflejo lloraba. Se vistió como lo hacen los hombres tristes. Camisa gris, traje gris, corbata gris, calzoncillos grises, zapatos grises y calcetines color ceniza. Salió de casa sin ver nada, sin fijarse en nada. Los ojos al suelo y el corazón a rastras. Y os preguntaréis porqué no decía nada su corazón ante todo eso, porqué no gritaba y palpitaba. Pues porque los corazones de los hombres tristes son mudos. Les cortan la lengua y con el tiempo se olvidan de él.
     Es una pena que el hombre estuviera tan triste porque era un día genial. Era un día tan bueno que en lugar de mucho Sol, había mucha Luna. No había ni una nube y llovían a raudales hojas de otoño. La Tierra que no soporta la gente triste hacía todo lo posible por alegrarle el día, pero el hombre nada, que estaba muy triste, que la Luna no alumbra y que las hojas molestan al andar. Le hizo un trono la Tierra donde se sintiera más alto que los rascacielos que salen en las fotos de la gente que visita Nueva York. Más grande que las camas de los hoteles de lujo que aparecen en las películas. Un trono donde no tuviera que levantar cabeza para verlo todo, donde se viera todo tan pequeño que él tuviera que sentirse grande. Y una vez arriba el hombre, cabizbajo, entreabrió unos segundos los ojos, para mirar como siempre al suelo. Qué vértigo pensó. Y volvió a cerrarlos.

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